Notas sobre historia y teoría del patrimonio [y un mapa conceptual] | Mayté Flores Sánchez

I. Resumen

Tanto Peñalba en Evolución del concepto y de la significación social del patrimonio cultural[1] como Beatriz Santamarina en Una aproximación al patrimonio cultural[2] revisan el concepto de patrimonio, su origen y su evolución desde otras formas de preservación previas como el coleccionismo, hasta la conceptualización moderna y amplia de patrimonio, así como conceptos de instituciones como la UNESCO.

Peñalba, a partir de un análisis interdisciplinario, elabora los conceptos de patrimonio desde la antropología cultural, la historia del arte, el derecho y la educación. Define al patrimonio como “el conjunto de manifestaciones u objetos nacidos de la producción humana, que una sociedad ha recibido como herencia histórica, y que constituyen elementos significativos de su identidad como pueblo”.[3]

Una primera definición que otorga Santamarina sobre el patrimonio refiere a categorías económicas y jurídicas. Recupera también de su etimología la definición de patrimonio a través del concepto de bienes heredados.

En cambio, Santamarina entiende por cultura un sistema común o social de formación de significados. Refiere también al carácter variable del patrimonio, lo señala como construcción sociocultural de la modernidad y una interpretación y selección del pasado (invención) que representa simbólicamente y legitima identidades.

Peñalba analiza cómo el concepto de patrimonio se ha transformado en el tiempo y su significación social; concepto afectado por el dinamismo social y la atribución de valores a la que está sujeto. Da cuenta de la frecuencia con la que puede modificarse la selección de objetos a la que le otorgamos estos distintos valores (de uso, formales y simbólico-significativos).

Beatriz S., por su parte, describe esto como activación y desactivación del patrimonio dependiendo del contexto y del espacio-tiempo en el que está insertado. Expone también la existencia del valor patrimonial que no es otorgado a toda práctica cultural, característica restrictiva del patrimonio y que lo coloca también algunas veces como instrumento de dominación, que tiene que ver también con la función modélica y referencial que describe Peñalba respecto a los bienes culturales.

II. Antecedentes y evolución

“El patrimonio cultural es un producto de la modernidad”.[4] Pese a esta afirmación de Santamarina, ambos autores ubican como primeras formas de preservación o reconocimiento del patrimonio al coleccionismo (individual o colectivo). Esta cita refiere a una conceptualización más específica del patrimonio que a una forma natural y humana de la idea de trascender.

Las primeras formas de activación patrimonial se encuentran también en el desarrollo de instituciones culturales como el museo, el monumento y las bibliotecas.[5] El conservacionismo, en la Antigüedad,  es visto por Santamarina como una actividad sacralizada y ritualizada que está asociada a la acumulación de prestigio y poder.

Peñalba lo ve del mismo modo. Para él, “en esta época patrimonio es sinónimo de posesión”,[6] considerando que las colecciones muchas veces formaban parte de botines de guerra y que se concentraban en conservar objetos de valor monetario, ignorando el valor estético en pro de la colonización y el etnocentrismo.

Estos botines tenían como destino la comercialización, la destrucción, la reutilización (con adecuaciones), o bien, el traslado a cámaras privadas de tesoros en las que no se tenía cuidado por su acomodo.

Comparte Peñalba que es hasta el período helenístico, con la dinastía atálida, que se comienzan a seleccionar y ordenar de manera cuidadosa colecciones con objetos de valor artístico, mientras que con imperialismo romano se comenzaron a asimilar elementos foráneos de patrimonio y se protegieron legalmente.

El patrimonio adquirió pronto una dimensión pedagógica que permitió que muchas colecciones privadas se abrieran al público.[7] Durante la Edad Media, el coleccionismo retornó a su actividad de acumulación de tesoros, sobre todo por parte de la iglesia. “En la Edad Media se desarrolla un coleccionismo asociado al prestigio de los poderosos”.[8]

            Ambos autores coinciden en que, durante el Renacimiento surgió una conciencia del pasado frente al presente (distancia histórica). Peñalba señala que el concepto de patrimonio se limitaba a los vestigios de la cultura clásica. Surge en este período el concepto de monumento como “objeto de contemplación y reflexión” o ”recordar” (del latín monere).[9]

“Esta capacidad de reflexión histórica fue quizá la mayor aportación del Renacimiento al concepto de patrimonio”.[10] Del mismo modo, tanto Peñalba como Santamarina consideran que el coleccionismo derivó en el montaje de museos y en el mecenazgo durante el Renacimiento, porque daban imagen de hombre culto a quien conservaba estos objetos artísticos, ahora considerados significantes.

Ambos textos coinciden en la importancia que tomó la cultura durante la Ilustración, a raíz de la implementación de leyes, las discusiones en torno a la cultura, la mirada científica hacia los monumentos y museos como archivos y proyección de riqueza patrimonial y colectiva.

Para los dos autores, las necesidades nacionalistas influyeron en la percepción del patrimonio que vinculaban ahora con la formación o el refuerzo de identidades colectivas: el patrimonio adquirió un sentido público[11].

Para Santamarina, el concepto de patrimonio cultural tiene un precedente en el romanticismo, dada la imagen sentimental que tenía del pasado y la crítica que hacía a la modernidad. Estas son las bases de una conciencia colectiva en torno al patrimonio.

Pero resulta más decisivo, para Santamarina, que el patrimonio cultural se gestó en la Modernidad entre el discurso progresista y su mirada hacia el pasado. El concepto de patrimonio cultural se amplía con una “(…) perspectiva mucho más secularizada y universalista, como algo que implicaba al conjunto de la Humanidad”.[12]

Ya en la Modernidad se busca ahora restaurar y recuperar bienes culturales. Se atiende también, en este punto histórico, al patrimonio inmaterial: “el bien cultural será definido como cualquier manifestación significativa de una práctica cultural”.[13]

Peñalba señala que a partir del siglo XIX se desarrollaron nuevas estrategias de gestión de las políticas culturales para democratizar la cultura. Se reforzó la protección de los bienes culturales a través de leyes y organizaciones estatales, aunque no llegó a proteger los bienes de países en procesos de guerra y, al contrario, terminó impulsando el saqueo por parte de las potencias europeas bajo excusas capacitistas.

Es hasta el siglo XX que, según se menciona en ambos textos, a partir de las preocupaciones sobre el patrimonio destruido durante la Primera y Segunda Guerra Mundial, se crean instituciones internacionales para su protección. Se crean entonces conceptos y teorías, se reforma la educación y se busca la democratización de la cultura, logrando su difusión.

Peñalba advierte que se cuestiona cada vez más el papel del espectador y del habitante que está en contacto directo con los bienes culturales y cómo, aún con recelo, se le incluye en la conservación del patrimonio.

El patrimonio cultural debe valorizarse por sus significados y servicios sociales.  Propone Peñalba, por ello, facilitar el acceso a los bienes culturales y dejar a un lado la idea de que las responsabilidades de conservación residan únicamente en las instituciones.

III. Mapa conceptual

Hemos comentado en otra entrada que el patrimonio cultural se construye a través de procesos culturales y que su importancia ha resultado en una amplia regulación y protección institucional.

En este mapa conceptual se explica de forma breve y sencilla cómo se institucionalizó la protección del patrimonio y los tipos de bienes culturales, elementos básicos para comprender esta interesante materia. Esperamos que te sea útil.[i]


[1] Peñalba, Josué Llul., “Evolución del concepto y de la significación social del patrimonio cultural”, Arte, Individuo y Sociedad, vol. 17, 2005, pp. 177-204.

[2] Santamarina Campos, Beatriz, “Una aproximación al patrimonio cultural” en Hernández G. et al., La Memoria Construida. Patrimonio cultural y modernidad, Barcelona, Tirant lo Blanch, 2005, pp. 21-52.

[3] Peñalba, p. 181.

[4] Santamarina, p. 24.

[5]Santamarina B. (2005) Una aproximación al patrimonio cultural. En Hernández G. et al. 2005. La Memoria Construida. Patrimonio cultural y modernidad. (p. 27) Tirant lo Blanch.

[6] Peñalba, p. 182.

[7] Ibidem, p. 184.

[8] Santamarina, p. 27.

[9] Ibidem, p. 28.

[10] Peñalba, p. 186.

[11]  Peñalba L., p. 188.

[12] Santamarina, p. 29.

[13] Santamarina, p. 35.


[i] Para la elaboración del mapa se consultó Santamarina B., “Instituciones, normativas y categorías del patrimonio cultural”, en Hernández G. et al., La memoria construida. Patrimonio cultural y modernidad, Tirant lo Blanch, 2005, pp. 53-89. El mapa conceptual se utilizó como trabajo académico en la Escuela de Artes Plásticas y Audiovisuales en el período Otoño 2022 por la autora, Mayté Flores Sánchez.

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